miércoles, 6 de marzo de 2013


Decir “me gustas” es tan plano y exiguo como el hecho de gustar una manzana, cualquier manzana. Me gusta, así como me gusta un café por la tarde o una película sin doblaje. Posiblemente “gustar” carece de asertividad, se aproxima más cualquier análogo de locura: Usted me desequilibra (sea los nervios, los deseos o las ganas), me trastorna, me altera, me trastoca. Pero definitivamente, decirle me gusta es como una limosna a usted, que encarna la exquisitez. 

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